lunes, 28 de abril de 2008

El Reino ya está entre nosotros: los ciegos ven

Hola senderistas, disculpad el prolongado silencio (bueno, bastantes lo agradeceréis). No, no es que haya currado tanto, también hay mucho de pereza y de “novedades desestabilizadoras”. Pero vayamos paso a paso.

¡Ya tenemos fecha de elecciones! Gbagbo ha dicho que el 30 de noviembre serán las elecciones. Es una muy buena noticia porque todo el mundo esperaba que se diera una fecha más o menos definitiva. A mi modesto entender, yo creo que es viable pero aunque sea un par de meses más tarde, no pasa nada. El caso es que el proceso de normalización de la vida del país es irreversible. Creo que es una buena noticia sobre todo para los marfileños pero también para todo@s vosotr@s que amáis este rinconcito del mundo.

Pero esta buena noticia está teñida de sufrimiento viendo el incremento de la carestía de la vida en los mercados marfileños y, en concreto, de Dianra. Supongo que todos estaréis al tanto de las manifestaciones que se están dando por todo el mundo a causa del aumento del precio de ciertos productos básicos. Bueno, pues Dianra no es una excepción. Aunque no hay manifestaciones la gente está comenzando a sufrir este incremento de los precios. Aquí lo que más daño está haciendo es el precio del arroz. Actualmente, cuesta 350.- Fcfa el kilo (0,53 €) que es un precio que jamás se había visto. El tope estaba en 250.- Fcfa (0,38 €) y ya era caro para las familias. En Grand Zattry, otra misión que la Consolata tiene en Costa de Marfil, a 375 km al sur de Dianra, donde estuve el otro día, actualmente el kilo cuesta 400.- Fcfa (0,60 €) en la ciudad y 450.- Fcfa (0,68 €) en el interior, lejos de la carretera principal. Sin embargo, todavía es pronto para que el arroz alcance su precio máximo, así que no quiero ni pensar lo que pasará en julio y agosto. Las personas tendrán muchas dificultades para mantener las tres comidas diarias. La única posibilidad que tiene la gente es de cultivar el año próximo todo lo que necesitarán en un año pero estos cálculos son muy aventureros porque luego todo depende de la estación de lluvias (que llueva pero también que no llueva demasiado). Por aquí los meses más duros son julio, agosto y septiembre. En situaciones así, les Senufó tienen la costumbre de decir: “Kolocholo n kpoho” (Dios es grande), como para darse ánimos y creer en un futuro posible.

En medio de todas estas dificultades personales, familiares y estructurales, el otro día Bernadette vino a verme con Lucie para explicarme un caso y ver qué podía hacer yo. Resulta que Lucie, una chica que tiene unos 20 años había sido dada en matrimonio hace unos tres años a un hombre al que ella no quería. Así que se había escapado de casa para irse con Emmanuel, un joven unos ocho años mayor que ella. Pero durante todo este tiempo ella no se había quedado embarazada y Emmanuel se impacientaba, así que dejó embarazada hace tan apenas un año a Christine, una chica dos años más joven que Lucie.

El padre de Christine dijo que no quería saber nada del niño y que si Christine había sido ya grande para tenerlo, tenía que irse de casa, así que Emmanuel se vio “obligado” a tomarla como segunda mujer. Sin embargo, durante el embarazo, Lucie había dicho a Emmanuel que si cogía a Christine como segunda mujer ella se iría de casa porque ella no puede vivir en un hogar donde hay dos mujeres. Emmanuel le dijo que no la cogería como segunda mujer pero, sin embargo, lo ha hecho.

Lucie está desolada porque ella ve que lo ha dejado todo por Emmanuel, incluso yendo contra el parecer de su propia familia, y ahora todo se vuelve contra ella porque “todavía no se ha quedado embarazada”. Sin embargo, me sorprendió que me dijo que no quería actuar precipitadamente porque si ahora decidía abandonar a Emmanuel, entonces todo el mundo se echaría encima suyo diciendo que está actuando mal. Así que va a dejar pasar un poco de tiempo antes de tomar una decisión.

Yo, la verdad es que no sabía muy bien qué decir. Así que lo único que se me ocurrió fue decirle que me informaría de lo que hay en Korhogo (la ciudad más próxima de aquí) sobre análisis de fertilidad para que pudiera hacérselos y, al menos ella supiera cuál es su condición. No sé si hice bien o mal pero fue lo único que me inspiró el Buen Dios.

Os comparto todo esto porque puede explicar algunas situaciones de poligamia que se encuentran con mucha facilidad por estos lares. La “tardanza” en tener hijos es una de las razones. Pero yo diría también que tienen poca paciencia o que la gente presta demasiada atención a los rumores porque enseguida todos empiezan a calentar los cascos al varón diciendo que es impotente y se ríen de él. Por supuesto, que no justifico su actitud pero me gustaría comprenderla, aunque no la comparta.

Bernadette tiene los mismos años que Lucie y comentó que si su marido le hacía eso, ella no se quedaba ni un día en casa. Bernadette ya tiene un niño de unos dos años de edad.

Esto es también la misión, acompañar a las personas en el senderismo cotidiano que hacen por los imbricados caminos de la vida.

Quisiera compartir con vosotros uno de los momentos más maravillosos que he vivido a Dianra y que se produjo la semana pasada, exactamente, el 16 de abril de este año. Gracias a una mujer de Zaragoza que nos había enviado algo de dinero para operar de cataratas a tres personas de aquí, el 14 de abril Pietro y yo nos fuimos con ellas a Añibilekru, una ciudad situada a unos 500 km de Dianra y donde nos enteramos que había unas oftalmólogas que habían venido de Italia para operar de cataratas o glaucoma durante dos semanas. Los elegido fueron Chemongó, una mujer ya mayor que vende en el mercado y que no distingue bien las monedas por lo que la gente la engaña a menudo con los cambios. Lefungoñó, otra mujer ya mayor que desde hace ocho años ha perdido progresivamente la visión y cuyo marido había fallecido hace tres años. Tiene una hija mayor que ha huido de casa y que no sabe dónde está, un hijo que está con la familia de su marido, a unos 200 km de Dianra y su hija pequeña de unos nueve años que no va a la escuela porque “son sus ojos” y le ayuda a fabricar el “chapaló” una especie de cerveza de maíz tradicional muy picante. Y Maxime, un hombre ya mayor que ya no ve con un ojo y que tiene una gran familia a su cargo (tiene nueve hij@s).

El viaje fue demoledor para las dos mujeres porque no están acostumbradas a hacer distancias tan largas sin descansar. Pero finalmente, llegamos. Empleamos todo un día para poder llegar y tuvimos que ir preguntando por el camino porque ni Pietro ni yo habíamos ido nunca por allí. Eran unas hermanas las que dirigían este centro de salud especializado en la oftalmología y nos acogieron de maravilla.

Al día siguiente, una fila interminable de gente esperaba su turno y “los nuestros” entre ellos. Lefungoñó me comentó en senufó que si ella puede volver a ver Pietro y yo podríamos beber chapaló hasta caer por tierra. Estaba muy nerviosa (bueno, yo también). Chemongó tenía miedo, no le hacía gracia que le tocasen los ojos porque ella aunque no veía bien, al menos veía un poco. Maxime era todo confianza en Dios y en nosotros. Pietro y yo nos preguntábamos si sería posible que les operaran porque tampoco las teníamos todas con nosotros sobre si su enfermedad era la catarata o era el glaucoma o era la oncocercosis o la xeroftalmia o…

El 15 por la noche operaron a Chemongó de un ojo pero la operación fue difícil y el ojo le dolía mucho, así que dijo que no quería que le tocaran el otro ojo. Creía que le habían quitado la visión completa del ojo operado. Maxime hizo todo lo posible para convencerla pero ella dijo que “nanai”, que no pasaba por el mismo trago.

El 16 operaron a Maxime del ojo en el que tenía cataratas y a Lefungoñó de los dos. Nosotros estábamos a la expectativa. Esperando que pasara el tiempo porque le habían tapado los dos ojos.

Por la tarde, le pregunté cómo estaba y lo primero que me dijo fue “Koroná, hoy es el primer día que veo lo bonita que es la tela de la Consolata”. Es una tela que habíamos hecho hace tres años para la fiesta de la parroquia y ella se la había puesto para pasar la operación con este vestido como esperando que la Consolata intercediera por ella. Sus palabras me emocionaron. Luego empezó a pasearse ¡¡¡sola!!! Y a ver las flores, los árboles. ¡¡¡¡Lefungoñó veía!!!! Yo estaba encantado, incluso llamé a la persona de Zaragoza que nos había ayudado para las operaciones para decirle que había sido todo un éxito.

Al día siguiente, los tres tuvieron que quedarse en el centro porque tenían que hacerles alguna revisión para ver la evolución de la operación. Así que Pietro y yo aprovechamos para hacer “turismo misionero” y fuimos hasta Bondukú, a visitar la casa de Samory Turé, un emperador musulmán de finales del siglo XIX, y vimos también una de las mezquitas más antiguas de Costa de Marfil que data de finales del siglo XVIII o principios del XIX, antes de la llegada de Samory. Fue interesante porque uno no tiene muchas oportunidades de ver construcciones antiguas por estas tierras. La casa de Samory no estaba bien conservada pero la mezquita todavía se utiliza hoy en día para la oración diaria. Para la oración solemne del viernes van a la nueva mezquita que han construido.

Cuando volvimos al centro de oftalmología nos encontramos a una Lefungoñó radiante, un Maxime contento y una Chemongó que lamentaba no haberse operado del otro ojo. A los tres les dolía mucho el ojo pero intentaban disimularlo y “agradecernos lo que habíamos hecho por ell@s”.

El viaje de vuelta lo hicimos en dos días para que no se cansaran tanto pero fue completamente distinto. Lefungoñó no hacía más que sonreír y mirar por todas partes, todo le parecía precioso. ¡Hacía ocho años que no veía! En Dianra, la noticia voló por todas partes y Lefungoñó me dijo que parecía como si todo el mundo se hubiese llamado al móvil para ponerse de acuerdo y venir para saludarla. La gente bailaba, reía, cantaba. Fue una alegría inmensa.

El domingo, en la eucaristía, Lefungoñó se puso de pie para agradecer a todo el mundo sus oraciones y nos exhortó a poner toda nuestra confianza en el Seños “que no abandona a sus hijos”. Os aseguro que se me puso la piel de gallina. Desde que su marido había fallecido hace tres años, todos la habían abandonado. Nadie de su familia había venido a verla pero coincidencias de la vida (o del Espíritu), ese mismo domingo vino su cuñada con el hijo de Lefungoñó para visitarla y se quedó de piedra cuando vio que había recuperado la vista.

Mucha gente en Dianra se acercó para agradecernos el gesto. Sin embargo, nosotros no hicimos nada, sólo ponernos al servicio de una humanidad que se nos ha confiado. Podría decir que ha sido una de las alegrías más completas que he vivido. En esos momentos agradecí al Señor por la vocación misionera, por la Consolata, por estar en Costa de Marfil, en Dianra, por la comunidad y por estas personas que son dones de Dios; que sólo cuentan para hacer estadísticas y que para nosotros son nuestras madres, nuestros padres, nuestras mujeres y nuestros hijos. ¡Qué bonita es la resurrección cuando se vive con hondura y gratuidad! ¡Y cuánto pueblo crucificado nos queda por bajar de la cruz! (como diría Ellacuría). Ésa es la vocación misionera.

Aquí me detengo, senderistas, os agradezco vuestra compañía y ya sabéis, unidos en la Mesa de la Palabra, el Diálogo, la Misericordia y el Vino.

Un abrazo fraterno (y sororal).

Koroná.

2 comentarios:

Unknown dijo...

muchas gracias por tus palabras. trabajar al cientro de oftalmologia ha estado una esperiencia unica y fenomenal para mi y mis companeros. mis mejores saludos y espero volver a visitaros pronto
Claudia

la.mo dijo...

Hola! Que tal en Cote d'Ivoire? Mucha gracias por lo que has contado. Me alegro mucho de los beneficios que tuvieron los pacientes. Fue una magnifica experiencia también para mi. Ya echo de menos al Africa y ohalà volvemos a vernos!
Laura