martes, 8 de julio de 2008

Breve resumen de la historia de un misionero

Hola senderistas:


Acabo de terminar los Ejercicios Espirituales y me gustaría compartir con vosotr@s esta inacabada síntesis de mi experiencia en Costa de Marfil. Esta vez compartiré con vosotr@s desde mi fe en el Dios de Jesús, un Dios plural, tolerante, comunicativo y personal.

Érase una vez un joven que quería ser misionero. Durante varios años se fue preparando para ello, pero le faltaba la "condición geográfica". Todos le habían explicado que un misionero ES, un misionero no aumenta de calidad por sus realizaciones o su situación geográfica, sino por lo que ES. A este chaval le vinieron a decir que un misionero es un apasionado de Dios y de la Humanidad. En aquellos tiempos, la ecología se circunscribía a Félix Rodríguez de la Fuente y "Al filo de lo imposible" pero todavía no tenía una incidencia teológica. Hoy, diríamos que es un apasionado… de la Creación. Y si me apuráis, un apasionado de la Pluralidad.

Bueno, pues este chaval, había interiorizado todos estos contenidos pero le faltaba "algo". Hoy lo llamaríamos "deslocalizarse". Bueno, el tiempo, pasó y finalmente llegó la llamada tantas veces esperada: "¿Estarías dispuesto a ir a Costa de Marfil?"

La respuesta no se hizo esperar: "¿Cuándo?".

Y he aquí que con 33 tacos y medio llegó el momento de "deslocalizarse". Antes de coger el avión, el chico este ya se había empapado de la historia marfileña, de su situación en el Informe de Desarrollo Humano de la ONU y del análisis hecho por Amnistía Internacional en su informe anual. Además, le habían comentado algo de una nueva apertura en una misión para trabajar con un grupo llamado "senufó". Así, que el chico éste se fue a la biblioteca de los Padres Blancos en Madrid y fue buscando en las fichas algo sobre este grupo étnico. Encontró algunos estudios de la primera mitad del siglo XX, se hizo algunas fotocopias y empezó a empaparse de un mundo totalmente desconocido y ajeno.

Y cogió el avión. Fue el 15 de enero de 2001. Para situaros, Aznar estaba a punto de terminar su primer mandato, la peseta circulaba sin problemas y el World Trade Center estaba de pie. Sí, ya hace algún tiempo de todo ello.

En Abijan le esperaba un calor pegajoso. Claro, no se había dado cuenta del "cambio climático geográfico" y llevaba el jersey y el chubasquero típicos de un enero zaragozano. Cuando llegó al Centro de Acogida Misionero de Abijan, lo primero que necesitaba hacer era ducharse, así que dejó las maletas, se desnudó, se metió en la ducha, abrió el grifo y… ¡ni una gota de agua! Empezó a reírse de él mismo y se dijo en voz alta: "Bienvenido a Costa de Marfil". Se dio cuenta que no había que dar nada por supuesto a pesar de las apariencias. Fue la primera lección.

Y el chico empezó a amar, empezó a dejarse seducir, empezó a descubrir un mundo que pertenecía sólo a sus lecturas, a las tertulias solidarias mañas y madrileñas y a los documentales de la 2. El chico no hacía más que abrir la boca y paladear todo lo que Abba iba presentándole.

Se dejó seducir por la comunidad de la Consolata en Costa de Marfil, no quiso ponerse muchas preguntas sobre el proyecto inicial del IMC en estas tierras. Le habían comentado que él iría al Norte, a establecerse en una misión nueva, así que su corazón se volcó enseguida en el norte marfileño, la sabana con árboles de esa zona y el descubrimiento de unas culturas nunca antes oídas: senufó, malinké, peul.

El chico hizo buenas migas con sus hermanos de comunidad y esto le daba mucho ánimo para centrarse en el estudio de las lenguas y culturas senufó. Los Padres Blancos le acogieron en su misión de Korhogo y había un cura que llevaba muchos años por esta zona, así que el chico empezó a poner preguntas: "¿y cómo se casan? ¿de verdad que hay cuatro formas distintas de casarse? ¿hay un ritual? ¿y qué es el "poró" (la iniciación tradicional)? ¿qué es el "sandogo" (asociación de adivinas y algún que otro adivino)? ¿por qué celebran tres días de funerales? ¿por qué la semana de descanso de la tierra tiene seis días? ¿quién fue Samory Turé? ¿cómo es su relación con la tierra? ¿es cierto que tienen la hoz con el filo más grande de toda el África del oeste?...

Y así sin descanso.

Luc (que así se llamaba el Padre Blanco) intentaba responder pacientemente a este bombardeo pero poco a poco fue invitando al chico a descubrir por él mismo las respuestas. Luc tuvo una paciencia enorme.

Acabados los tres meses de "stage" para estudiar las lenguas y las culturas llegó el momento de abrir la nueva misión. Era el 31 de mayo de 2001 y llegó junto con Michel en un "badjan" (un autobús de una 22 plazas –pero con más de 30 en su interior- sin frenos y muy resistente a las pistas del norte marfileño). Su equipaje era la gran mochila lo que se había traído de España.

En Dianra, les esperaban el vicepresidente de la comunidad junto con unas once o doce jóvenes de la comunidad que les ayudaron a llevar las cosas a la casa.

Y llegaron los amores: las personas, el pueblo-ciudad de Dianra, las visitas a las aldeas, la fraternidad IMC, los agentes pastorales, hacer el mapa de la zona, descubrir los nombres de las aldeas e intentar escribirlos sobre el mapa, calcular las distancias, las primeras reuniones, las primeras programaciones...

La misión soñada se convirtió en la misión vivida.

Al mismo tiempo, llegaron las primeras malarias. Se dio cuenta de su debilidad. La malaria le dejaba para el arrastre. El primer año y medio fue especialmente duro. Luego, poco a poco se fueron espaciando más en el tiempo y se iban suavizando los síntomas. Y el chico fue conociendo más en profundidad su propio cuerpo y comenzó a intuir las recaídas.

Le costó profundizar en su experiencia personal con Abba. Le resultaba complicado rezar en una nueva lengua: el francés. Y más aún con una desconocida: el senufó. Pero, bueno, como tenía orígenes mañicos y vascos digamos que la tozudez fue un arma valiosa en este ámbito. Y aunque había más descampado que otra cosa, no cejó en el empeño. ¡Qué bueno que por encima de las nubes siempre brilla el sol!

En octubre, un acontecimiento le ayudó a profundizar en su presencia en Dianra. Unos bandidos les tendieron una emboscada y les robaron todo el dinero que tenían. Durante tres horas estuvieron junto con un montón de gente tumbados por tierra con la cabeza hacia abajo (y las hormigas haciendo de las suyas por todo su cuerpo). Fue la única vez que tuvo miedo. De un golpe se dio cuenta que todo esto se podía acabar de un día para otro. Que no tenía más que una vida para disfrutar y que no valía la pena malgastarla y echarla por la borda. Rezó en todas las lenguas que conocía (hasta en romanó, la lengua de los gitanos que había aprendido en 1990 en Valladolid en el barrio de los Pajarillos).

Ese asalto fue una gracia (teologalmente hablando), le hizo ponerse las pilas. Y aprovechar el "aquí y ahora". Se convirtió a la posmodernidad (aunque con cierta nostalgia de los metarrelatos que dan sentido al vivir). Su fe dio un salto de calidad, profundizó en la oportunidad que le había dado Abba. Se hizo más cristiano, más seguidor del "Ungido".

Flavio y Fere le descubrieron el binomio consolación-salud. Fere era una anciana que tenía una herida tropical horrible que olía fatal y que le dolía un montón. Y Flavio un misionero de la Consolata que le limpiaba la herida con una ternura y un amor exquisitos. Descubrió que ser misionero de la Consolata pasa por la salud de las personas con las que estamos en contacto.

Descubrió la importancia de saber leer y escribir. Y ahí se lanzó porque la mayoría de los agricultores sufrían los excesos de sus contables que les "robaban" su dinero. También hizo lo mismo con las mujeres ya que la mayoría no eran alfabetizadas.

Poco a poco la misión soñada iba concretizándose y adquiriendo un contenido.

Y seguía estudiando la lengua, empezando a hacer sus primeras traducciones y preguntando sobre las tradiciones culturales. Su vocación de antropólogo encontró una mina de oro con los Senufó. ¡Cuántos descubrimientos! ¡Cuántas incomprensiones! ¡Cuántas sorpresas! Padecía una cierta bulimia de Senufó.

Y le bautizaron: "Koroná" ("quédate"). Le sedujo este nombre y se lo apropió hasta el punto que todo el mundo le llamaba Koroná. Incluso los cristianos olvidaban con frecuencia que se llamaba Ramón.

Y llegó el 21 de septiembre de 2002: el día que los rebeldes llegaron a Dianra. Fue la primera vez en su vida que oía disparos "de guerra" en directo. Se le encogió el corazón. Me contó que una mujer con su niña vinieron a refugiarse a la misión, le abrazó y empezó a gritar: "nos van a matar a todos, nos van a matar a todos". Él intentaba calmarla y decía: "No, no van a matarnos". Y en ese momento, giró su cabeza hacia Flavio que estaba detrás de él y le preguntó: "¿no, verdad?" Lo cierto es que no tenía ni idea de lo que iba a pasar.

Y Dianra, Costa de Marfil, la misión, nuestra presencia y la Consolata descubrieron lo que era pasar las noches sin dormir, escuchar disparos durante todo el día, empezar a depender de la gente porque optaron por no utilizar el coche y tenían que desplazarse o en su bici o pedir la motocicleta a alguien o utilizar los transportes comunales: camiones, badjans, remolques…

Fue un tiempo precioso, de kénosis lo llaman los teólogos. Ahí se acercaron un poquito más al Altísimo que se hizo Bajísimo en Belén. Y redescubrieron que nuestra misión era "estar con", quedarse, acompañar, animar a la gente y, sobretodo, continuar con la pastoral, no darle tregua a la guerra, seguir a lo suyo para poder ayudar a la gente a "salir" del hoyo en el que se había metido este bello país.

Y encima, Abba me dio un hermano de fraternidad con el que compartió mucho durante este tiempo: Michel. Cuántas noches pasaron en la terraza compartiendo esperanzas, temores, análisis, anhelos… Su situación era una parábola de la realidad que les circundaba: sólo les alumbraba un pequeño candil porque a menudo cortaban la electricidad.

Fue otro hito importante en su vida de fe. Creció mucho. Las raíces se dirigieron hacia el agua que da vida. De nuevo, estaba haciendo realidad un sueño. Esta vez sin música de Ennio Morricone pero dándose y dándolo todo.

Hay un dato significativo. Fue la única misión del norte que no fue asaltada por los rebeldes para coger los coches. Él decía siempre que fueron los Senufó los que les protegieron aunque ellos nunca llegaron a saberlo a ciencia cierta.

Y descubrió el sufrimiento de la mujer; los milagros que cada día realiza en su hogar para que todo el mundo pueda comer. Llegó un tiempo muy duro y empezó a darle vueltas a la cabeza hasta que le vino la idea de los microcréditos. Algo había oído del "Banco de Semillas" (bueno, en inglés suena más chulo, el Grameen Bank). Así que habló con Jacqueline y Auguste y entre los tres hicieron una carta para ASA para que les diera algo con lo que empezar. Hoy no pueden quejarse, ya han terminado cuatro campañas y en septiembre comenzarán la quinta. Es un proyecto del que está un pelín orgulloso. Al inicio había tantas dudas, tantos miedos. Y, sin embargo, las mujeres y los responsables respondieron a la perfección. Un gajito de Reino se hizo historia en Dianra.

Pero las muertes le siguieron curtiendo. En un espacio de cuatro meses murieron las dos niñas de Jacqueline. Fue dramático. Todavía le recuerdo abrazado a la madre de Jacqueline, en la iglesia, delante de la imagen de la Virgen y llorando des-con-so-la-da-men-te.

Lo más duro de la misión son las muertes inocentes, evitables y disfrazadas de "es la voluntad de Dios". ¡Cuánta resignación anticristiana!

Poco a poco los rebeldes también empezaron a llamarle Koroná y les divertía que chapurreara su lengua. Pero cada sábado tenía discusiones con ellos porque hizo objeción de conciencia a darles ni un franco CFA en el territorio de la parroquia. Así que a cada salida en bici o en motocicleta tocaba discutir hasta que se cansaban. La verdad nunca hubiese pensado que él pudiera discutir con gente que tenía kalashnikovs. Creo que en el fondo les caía simpático y el hecho de no haber huido ni un solo día de la misión les daba una cierta autoridad.

Y llegó junio de 2006 y las cosas empezaron a cambiar, a caminar hacia la paz. Y llegó el tiempo de la comodidad. El tiempo en el que la profecía se pone entre paréntesis y se vive con el único criterio del progreso y el bienestar. Así que el chico se dedicó a arreglar su casa: compraron sillones, una tele, parabólica, un mercedes y hasta agua corriente. Joder, ¡qué cambiazo! En realidad, se benefició de la situación que vivía el país con tanto contrabando la parabólica y la mercedes estaban tiradas de precio, así que aprovechó "la especulación". Pecador estructural.

También empezó a recoger frutos: tenía muy buenas relaciones con el imam, con los musulmanes, con las autoridades tradicionales, ya entendía bastante las lenguas senufó y tenía autonomía. Incluso durante dos años estuvo dando clases en el Instituto de Dianra.

Pero al mismo tiempo se encontraba en una situación no deseada. Era párroco de una parroquia en la que llevaba a cabo una serie de tareas en las que no creía. Había bastante de "plantatio ecclesiae" en su estilo de pastoral. Y, en el fondo, él no creía tanto en todo esto. Su reflexión misionológica iba por otros derroteros: la pluralidad religiosa dentro del proyecto de Abba; el diálogo interreligioso a partir de presencias más humildes y desposeídas; pasar de la misión "ad gentes" a la misión "inter pauperes"; la gratuidad del amor de Dios y de los sacramentos de la Iglesia…

Había muchas leyes en la Iglesia que empezaban a asfixiarle y no lograba reconocerse en ese estilo de presencia. Es cierto que junto con todo ello había toda una preocupación y una práctica por ofrecer una vida más digna a los distintos estratos de la sociedad: mujeres, jóvenes, agricultores, enfermos, viudas, solteros… También intentaba proponer un modelo de Iglesia que se puede resumir en la frase "comunidad de comunidades". Pero…

Un cierto sinsabor amargo no terminaba de reconciliarle con su presencia. Así que… ¡cómo no! soñó de nuevo y propuso una presencia de inserción en una pequeña aldea sin propiedades, flexible y centrada en la inculturación, el diálogo interreligioso y la dignidad de las personas (educación, mujer y salud).

Claro, proponer esto implicaba cambios (más que estructurales, mentales). Y, bueno, le propusieron un cambio de aires. Así que le propusieron ir a la formación de base a un nuevo país: la República Democrática del Congo. El chico no lo rechazó. Sabía que era positivo para la misión (para él y para la gente) que saliera de Dianra. Así que se preparó para llorar por la separación de los seres queridos y retomó la fatídica frase de Jesús: "Vamos a las aldeas vecinas que para eso he venido".

Le doy gracias a Abba, a la Consolata, al IMC en Costa de Marfil, a este bello país, a los Senufó, Malinké et Peul con los que compartí el árbol y la estera; el té y el ñame; el duelo y la danza; el baobab y la visita; la gorra y el sayo; la sombra y la fe. Mi presencia tuvo algo de noviazgo; algo de profecía; algo de burócrata; algo de inserción; algo de acompañante; algo de culturalista… y mucho de Dios. Al final, lo que queda es el amor.

Luis me dijo el otro día que soy un optimista compulsivo. Tiene razón. Y todo porque le dije que no descartaba volver un día por estas tierras marfileñas. Estoy convencido que "de ilusión también se vive".

Y ahora, a prepararse para un nuevo país (ya voy por el tercer libro leído: uno sobre Mobutu, otro sobre Kabila y otro sobre la crisis de los Grandes Lagos), un nuevo servicio a la misión y, sobretodo, nuevas personas, situaciones, familias, historias de amor, anónimas y divinas, que nunca serán portada pero que serán de nuevo "mi vida".

Unidos en la Mesa de la Palabra, el Diálogo y el Vino.

Ah, Señor, ¡qué bueno que viniste! (para quedarte).

Koroná (todavía).

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