viernes, 15 de febrero de 2008

Pequeñas historias de Dianra

Bueno, voy a intentar tomar distancia de todo este panorama que sin dejar de ser verdadero, convive con una realidad cotidiana que es mucho más sencilla pero también mucho más utópica y con un dinamismo transformador que me permite creer en el hoy y en el mañana.

El otro día llegué a Marandallah hacia las doce del mediodía, como Willy se quedaba allí, yo tuve que buscar un medio para llegar a Dianra. Estaba a 80 km de Dianra. Estuve esperando un rato y yo veía que no venía ningún camión ni ningún “badjan” que pudiera llevarme a la misión. Así que le pregunté a alguien si había la posibilidad de ir en moto. Dijo que sí y empezó a buscar a alguien a Marandallah que tuviera una moto un poco grande para llevarme. Nada, estuvo casi una hora buscando y no encontró nada, así que la única solución era coger la motocicleta dela misión. Le pedí a Willy un cojín para poder sentarme encima y estarun poco más cómodo. Había muchísima polvareda en el camino pero, bueno,ahí íbamos, despacito y buena letra.

Cuando ya habíamos hecho 35 km, un camión cargado de algodón se acercaba a nosotros por detrás, así que bajé de la moto e hice señales al camión para que parara. Había cuatro personas y un niño en la cabina pero le eché valor y pedí que me cogieran. Nada, ningún problema. Y ahí hicimos como pudimos. El chófer era más mayor que yo y su ayudante era másjoven, los dos me conocían de Dianra y yo sabía que eran musulmanes. No tuvimos problemas durante el trayecto y llegamos a la fábrica de algodón que está a tres kilómetros de Dianra, así que les pregunté cuánto tenía que pagar (lo justo hubiera sido pagar algo más de tres euros). Pero el chófer respondió: “Tú estás siempre con nosotros y entre nosotros tenemos que ayudarnos”. Así que hice el viaje gratis. Les saludé con alguna bendición que me sé en dioula y según la costumbre de por aquí. Ellos me dijeron que esperara en la fábrica, que alguien me llevaría a Dianra. Pero yo cogí mi pequeña mochila y mi macuto con un gran pan que había comprado en Bouaké para llevar a la misión y empecé a andar.

No había dado ni tres pasos que alguien que iba en una moto (de las grandes) me llamó por mi nombre (Koroná) y me dijo si iba a Dianra. Le dije que sí y me dijo que subiera. En ese momento me pareció que el mundo es mucho más bello de lo que puede parecer. Uno parece que siempre encuentre buena gente capaz de echar un cable. Él venía de un pueblo a diez kilómetros de Dianra y me llevó hasta la misión. Allí encontré 23 personas que participaban a una sesión de formación de la Caritas y tres mujeres y una chica joven que estaban haciendo la comida para los que habían venido para la sesión. Yo tenía unas pintas increíbles, estaba completamente sucio, lleno de polvo por todas partes.

Kongnon nos ofreció un vaso de agua fresca cuando llegamos y yo le agradecí a mi “ángel” su disponibilidad y le regalé el pan que había comprado en Bouaké para que se lo diera a su familia. Él se mostró sorprendido pero aceptó el regalo. Es de bien nacidos ser agradecidos. Ah, se me olvidaba el detalle, llegué hacia las seis de la tarde. Y con un dolor de cabeza insoportable, se lo comenté a las mujeres y a Kongnon y me dijeron que era a causa del viento mientras iba en moto. Tenían razón, al día siguiente el dolor de cabeza desapareció.

Hay otra pequeña historia que me contó Rebeca, una mujer que está embarazada y que vive en Dianra Village, a 23 km de la misión. Estuve en esa aldea viernes, sábado y domingo poniendo en práctica la “teología de la esterilla bajo el árbol”. Y allá, ella me contó lo que le pasó el otro día.

Marie, su hija que tendrá unos siete años, llegó a casa diciendo que había perdido sus zapatos. Pero Rebeca no había tenido un buen día y se enfadó mucho y le dijo que iría descalza al cole porque ahora ella no tenía dinero para comprarle zapatos. Al rato, Michel (su hijo de seis años) se acercó a su madre y le dijo que no estaba bien lo que había hecho, que tenía que calmarse y que tenía que comprar los zapatos a su hermana mayor. Rebeca se quedó alucinada con el razonamiento del pequeño y sonrió.

Al día siguiente, Michel se quitó sus zapatos y se los dio a Marie para que pudiera ir al cole calzada. Cuando Rebeca vio eso no le quedó otro remedio que comprar los zapatos. Entonces, Michel buscó por todas partes y por la tarde llegó con los zapatos que Marie había perdido. Todo el mundo estaba alucinado de la forma de actuar y de razonar de Michel y un anciano dijo que los niños que hablan así lo hacen porque al poco de nacer les han untado los labios con miel pura de la zona. Yo no entendí mucho este razonamiento en francés pero en senufó tenía mucho sentido porque para decir que un niño es muy hablador se dice que “su boca es muy dulce”, ¿interesante, no?

Bueno, ya veis que por encima de las nubes sigue habiendo estrellas. Por lo demás, el calor es asfixiante y creo que ya he empezado a perder algún que otro kilo. Pero estoy contento de estar “en mi lugar en el mundo”. Unidos en la mesa de la Palabra, el Diálogo y el Vino.

Hoy ya es domingo y sólo quiero añadir algo más.

El miércoles recibimos la noticia del fallecimiento de Moïse Doñime, un joven que estudiaba 4º de la ESO, hijo de un catequista de la parroquia y al que habíamos ayudado un poco en sus estudios. Cuando yo llegué a Dianra en enero ya lo encontré muy mal. Lo mandamos a Korhogo (a 110 km de aquí), donde le diagnosticaron un cáncer de hígado. Estas últimas semanas estaba sufriendo mucho. Ha sido un duro golpe para todos nosotros y sobre todo para los jóvenes ya que era un chaval muy apreciado por todos. Hemos intentado vivirlo desde la fe. Desde la mañana los jóvenes de la comunidad de Dianra Village (a 23 km de donde vivimos) se fueron al “cementerio” a cavar la fosa. Pietro y yo llegamos a las doce del mediodía, cuando ya habían terminado y Pietro presidió la eucaristía en la que participó mucha gente de la aldea de todas las confesiones y religiones. Hubo varias personas que hablaron comentando algunos hechos y actitudes de Moïse mientras estaba con nosotros.

Después, bajo un sol implacable nos dirigimos a la fosa donde tenía que ser encerrado. Como es costumbre entre los Senufó, hicieron una especie de habitación al fondo de la fosa para que la tierra no caiga sobre el cuerpo del difunto. Pero esta vez incluso habían construido unos ladrillos en adobe y pusieron dos telas que cerraron completamente la “habitación” del difunto. Durante todo el tiempo, la comunidad cantaba cantos para acompañar a la familia: el papá, la mamá y cuatro herman@s más pequeñ@s.


Luego, todo el mundo que acudió se quedó para comer y Pietro y yo hicimos lo mismo. Después, volvimos a Dianra s/p y yo cogí el coche de nuevo con otras cuatro personas para volver a Dianra Village y pasar la noche con la familia y la comunidad. De la comunidad de Dianra s/p vino también un pequeño camión con unas 23 personas. Todos nos juntamos en casa de la familia de Moïse y nos quedamos toda la noche cantando y danzando. Los catequistas leían de vez en cuando textos del Nuevo testamento y explicaban el sentido de la muerte según nuestra fe. Era el momento que aprovechaba todo el mundo para dar alguna cabezada. Y cuando el balafón (especie de xilófono senufó) daba las primeras notas, todos se levantaban y empezaban a danzar. Yo pregunté a unos cuantos sobre el sentido de estas “vigilias” y todos coincidían en decir que había que hacerlas siempre que había un difunto porque eso calmaba a la familia del difunto y así no estaba tan afligida por su pérdida.


Concluimos la “vigilia” con una eucaristía a la seis menos cuarto de la mañana para que después todo el mundo pudiera volver a casa y seguir con sus trabajos. Yo llegué completamente agotado a Dianra s/p hacia las siete de la mañana y me acosté un par de horas para poder hacer algo durante el día.


Ayer, sábado, me tocó irme a Naviguevogó, una aldea a 70 kilómetros de Dianra s/p. Llegué ya de noche pero había gente esperándome a la entrada de la aldea y empezaron a cantar para anunciar a toda la aldea mi llegada. Tras los saludos rituales, me enteré que se iban a pegar también toda la noche bailando. Yo ya estaba cansado de la “vigilia” por Moïse y ahora me esperaba otra. Intenté disculparme y me fui a la cama a la una de la mañana, pero a las seis ya me despertaron para decirme que el cubo con el agua estaba listo para que pudiera ducharme. Así que tampoco es que descansara mucho

Hoy, tras la eucaristía y la comida (seríamos unas treinta personas) cogí de nuevo el coche para volver a Dianra s/p pero me moría de sueño. Así que paré en Dianra Village para acostarme una hora y poder descansar algo. Lo sentí por una mujer que me pidió que la llevara a Dianra s/p, porque tuvo que esperarme a que estuviera en condiciones de conducir. En Dianra s/p me esperaba Pietro con el que compartimos mutuamente cómo habíamos pasado el día


Os comparto tyodo esto para que os podáis ir haciendo una idea de cómo es mi vida por aquí; donde vida y muerte se entremezclan constantemente y donde utopía y realidad van dinamizando nuestros corazones.


Un abrazo a todos. Unidos en la Mesa de la Palabra, el Diálogo y el Vino.


Ah, se me olvidaba, el otro día vino a visitarnos el pastor de la Iglesia Cristiana Asamblea de Dios. Fue un gesto bonito por su parte, yo había ido a su casa hace más o menos un mes y ahora él hacía lo mismo. Pequeños signos de unidad en un país fragmentado.


Hasta la próxima.

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